"Quiero hacer contigo lo que la primeravera hace con los cerezos" (Pablo Neruda)
Eres el álabe que abraza mi pecho y que apunta su boca hacia mis dedos. Tus pistilos me calientan los labios. Te mueves nocturna y dejas que mis manos declamen el mapa de tus gestos. Tu piel como un racimo de cielo me suplica tiritante que me la robe.
Tus lunares como constelaciones se disparan desde el cúmulo de tus ojos. Te observo hedónicamente como para desgajarte la vida y envolverla con esta savia que mis labios te entregan.
Mira cómo devastamos el cuarto con ráfagas de suspiros, el ropero, la alfombra, la mesita, nada resistió la alta marea de tus facciones.
Y rogaba por hundirme en tu torso para explorar la simetría de nuestros brazos.
Pero es imposible desvirgar los rincones ingobernables del pasado, ni con tus manos felinas, ni con mis dedos heridos, gastados.
Tengo sueño, pero ya es demasiado tarde para pintar mis ojos de albino. Afuera la bulla muere de frío, y yo sigo repasando tu cuerpo con la única memoria que me heredaste, con los últimos recuerdos que te tengo.
Tu labio superior abriga a los míos, se enciende y me ilumina, y mientras vuela por mi rostro acorazado, mis ojos se estrellan con los tuyos, me ríes, te dibujo, nos extrañamos.
Tu labio inferior sin embargo es más preciso. Me tienta desde lejos, está quietecito y su sombra pequeñísima, eclipsa las últimas penas, que ya no son penas, sino el camino andado antes de encontrarte.
En suma, tus labios, son como un espejo que reflejan los míos y se empañan de suspiros.
Los míos, poca cosa, están silenciosos esperándote, que se abren sólo para pronunciarte.
Es tarde y debería llamarte, despertarte con un vagido. Es tarde y debería ser sábana para acariciarte el cuerpo y cubrirte la espalda con las manos heridas que tengo.
Si fuera más tarde, digamos de madrugada, te soplaría los ojos para que pienses mientras los abres que soy un sueño.
Quizá si soy un sueño podría llamarte y ser sábana.
Ya no me quedan latidos que no griten tu nombre. Y en la marejada de tus gestos me hundo, las horas pasan y sigue siendo tarde. Qué diera por llamarte, por invadir tu ventana y gobernar contigo cada esquina de la cama, del cuarto, de la casa.
Pero es tarde, y llamarte o ser sábana podría ser pecado.
Mañana, será mañana, siempre que sea tarde tendré la esperanza de ser tu sueño, quien sabe, en una de esas lo consigo.
cuatro años antes de mi locura,
doce días después de soñarme.
Tengo sus manos,
la brisa de su torso,
tengo sus labios
y los siete ángulos de su rostro.
"Después de los cuerpos van las sombras átomos dispersos que se encajan en los pisos las paredes que estallan en los bordes dilatándose vuelven y se quedan en el mediodía Van las sombras como cuerpos Los cuerpos como viento". (Jaime Agusto Shelley)
La vida es el arte de interpretar las sombras. El gobierno de las luces, aunque más extenso, es menos poderoso. Y aunque un destello genera sombras y nunca viceversa, las sombras siempre estarán en todas partes.
La luz tiene la desesperante propiedad de ser ineludible. Dios creó las sombras para que los ciegos no mueran desesperados.
El nervio óptico reacciona con desesperanza ante la luz, produce una serie de reacciones que se traducen en figuras, sombras finalmente, la luz no se ve, sólo se ven la sombra que ésta diagrama cuando rebota en un objeto. Los objetos son finalmente sombras que se palpan.
Pero cuando no hay sombras, la luz es una dolorosa ráfaga de fotones sin fin. Ver la oscura noche siempre será menos atosigante que dirigir las pupilas al Sol.
El principio de las luces y las sombras van de la mano con la experiencia humana. Complementarios al fin, ambos fantasmas existen porque el otro así lo demanda. Fuera de la luz y las sombras hay muy pocas cosas que expliquen el universo.
Vivir entonces gobernado primordialmente por las sombras no es un acto de masoquismo, es un requisito indispensable para allanar el paso a la luz que siempre llega. Y aunque las sombras nos hunda en lo oscuridad insalvable, nos penetre las moléculas con sus ondas de melancolía, sin ellas, nada sería cierto, nada sería humano. En la vida, dependemos de las sombras para sobrevivir, para ser mejores, para levantar los ojos hacia la luz y desafiarla a que desaparezca, para pisar tierra si se quiere.
El ser humano confundió lo malo con la tristeza, la tristeza con lo oscuro, lo oscuro con las sombras, y las sombras con lo malo para cerrar el círculo. No revelo nada al decir que gracias a las dualidades el mundo da vueltas. El Ying Yang nunca fue un misterio, sólo el efecto de pensar en que para vivir tenemos que saber que podemos morir, para respirar necesitamos saber que se siente perder el oxigeno, para ser felices requerimos de la tristeza.
Las sombras por lo tanto, son el estímulo y combustible que necesitamos en la vida para seguir existiendo y no morir en el intento.
Estás durmiendo o mirándote los pies. Yo aquí sostengo un espejo y creo que sos vos". (Julio Cortázar)
Sosias estaba sentado como si fuera el depósito de mi cansancio. Se había distraído. Miraba los alrededores quizá presintiendo mi cercanía, quizá intuyendo que lo acechaba para asesinar su parecido.
Sosias miraba desencajado las paredes, no se atrevió a darme cara. Pase a su lado y volteó a callar a una manada de gente que ni se inmutaba. Si Sosias me hubiese visto, ¿se habría destruido el mundo? ¿Sería otro mi destino?
Lo sentí entonces inquieto. Me temía... sí me temía. Sosias estaba sentando y sabía que yo estaba a su lado. Sus ojos creyeron encontrar descanso en las copas de vino, en negarse a voltear para no implotar conmigo. Pero yo no estaba dispuesto a permitirlo.
El plan, tejido hace tres meses cuando conocí de su existencia, había comenzado. Su barba no me engañaba, sus infantes bigotes no me llenaron de calma. No hay forma que dos convivan con tanto parecido. No me importó entonces declararme Caín ni vagar condenado por su extinción. Esto había llegado ya muy lejos.
Lo miré entonces fijamente para forzar a sus ojos dar un giro. Lo miré intenso, desafiante, convulso. Sosias debía caer en ese momento, sin tregua. Con sólo mirarlo -decía el plan- él debía haber desaparecido. Finalmente Sosias existe porque yo así lo digo.
Pero Sosias se aferró a su existencia, reclamó su derecho de ser persona, de ser otro. Sin voltear a debatir con mi miraba, cruzó los brazos, exhaló como un híbrido, quebró los labios como una de mis tímidas sonrisas y se quedó dormido.
Maldita sea. Sosias vive, y ahora sabe que soñando no puedo combatirlo.
(*) Vocablo alemán para el doble fantasmagórico de una persona viva.