sábado, 26 de julio de 2008

Doppelgänger (*)

"Rocamadour, ya sé que es como un espejo.
Estás durmiendo o mirándote los pies.
Yo aquí sostengo un espejo y creo que sos vos".
(Julio Cortázar)

Sosias estaba sentado como si fuera el depósito de mi cansancio. Se había distraído. Miraba los alrededores quizá presintiendo mi cercanía, quizá intuyendo que lo acechaba para asesinar su parecido.

Sosias miraba desencajado las paredes, no se atrevió a darme cara. Pase a su lado y volteó a callar a una manada de gente que ni se inmutaba. Si Sosias me hubiese visto, ¿se habría destruido el mundo? ¿Sería otro mi destino?

Lo sentí entonces inquieto. Me temía... sí me temía. Sosias estaba sentando y sabía que yo estaba a su lado. Sus ojos creyeron encontrar descanso en las copas de vino, en negarse a voltear para no implotar conmigo. Pero yo no estaba dispuesto a permitirlo.

El plan, tejido hace tres meses cuando conocí de su existencia, había comenzado. Su barba no me engañaba, sus infantes bigotes no me llenaron de calma. No hay forma que dos convivan con tanto parecido. No me importó entonces declararme Caín ni vagar condenado por su extinción. Esto había llegado ya muy lejos.

Lo miré entonces fijamente para forzar a sus ojos dar un giro. Lo miré intenso, desafiante, convulso. Sosias debía caer en ese momento, sin tregua. Con sólo mirarlo -decía el plan- él debía haber desaparecido. Finalmente Sosias existe porque yo así lo digo.

Pero Sosias se aferró a su existencia, reclamó su derecho de ser persona, de ser otro. Sin voltear a debatir con mi miraba, cruzó los brazos, exhaló como un híbrido, quebró los labios como una de mis tímidas sonrisas y se quedó dormido.

Maldita sea. Sosias vive, y ahora sabe que soñando no puedo combatirlo.

(*) Vocablo alemán para el doble fantasmagórico de una persona viva.